Figuras sin paisaje
Todo buen cuadro es un conflicto que siempre promete una solución más allá de sí mismo.
Este es el caso de las pinturas de Marina Iborra. Producen incomodidad, nos enfrentan a nosotros mismos y despiertan una pasión difícil de esquivar. Esa tensión constante y activa que subyace en estas obras se transmite al espectador con un impacto plástico y un asombro profundo. Son cuadros obscenos con pureza, origen de reflexión íntima, pero también incitadores a la acción y revulsivos contra la cotidianeidad.
Y es que "Figuras sin paisaje" es una serie centrada en el ser humano, su debilidad turbadora y su grandeza, y el éxtasis y la angustia de la existencia misma. Expresar esa verdad con su arte desmitificado, purgado de todo halo "políticamente correcto" y toda dimensión moral o mística es el empeño de Marina Iborra, que con su paleta rica y contrastada nos ofrece una visión sincera, original y dura de nuestro tiempo, de ese desposeído de todo paraíso perdurable que es el hombre de hoy.
Y el desconcierto punzante del reverso atroz unido al anverso luminoso de nuestra existencia.
Paco Rojas
Crítico de arte